jueves, 19 de agosto de 2010

En Almuñecar, mi pueblo




Fotos Mª José León


El pasado Martes 17 de Agosto, yo, Mª José, no tuve la suerte de asistir a la segunda velada de Poesía en el Laurel, porque a veces no se puede disfrutar de dos privilegios a la vez.
Mi privilegio esta vez fue, pasar unos días en el pueblo que me vio nacer hace ya “taitantos” años: mi querida Almuñécar: Me acordé de vosotros aquella noche por lo que pensé que podríais estar disfrutando aquella noche de la Poesía en el Laurel; y me acordé de vosotros también en la mañana del miércoles, muy tempranito, exactamente a las 7 de la mañana cuando pensé que quería compartir con todo el que lea estas líneas lo que yo estaba sintiendo en aquellos momentos. Por ello hice alguna fotografía (muy lejos de la calidad fotográfica de las imágenes de Antonio, pero, os lo aseguro, llenas de corazón) de mis pies chapoteando entre la espuma de las olas y de la tímida luz del amanecer.

Desde mi cama, sin poder dormir debido a la gente marchosa que vive de noche y a veces no deja vivir a los que intentan dormir en un horario normal, y después de intentar traducir la canción francesa que escuchaba, al castellano, fue cuando a las 6 de la mañana triunfó el silencio; entonces hasta mis oídos llegaba la canción de las olas que me llamaban insistentes. Salté de la cama y bajé feliz a su encuentro siguiendo su llamada. Cuando aún no había amanecido del todo, pisé la calle y corrí hacia el mar como si dejase atrás cuarenta años de mi vida. Me desprendí de mi calzado e introduje mis pies en aquél agua que me liberaba de cualquier atadura. Los empleados del Ayuntamiento recogían todo lo que “nuestros queridos y mimados jóvenes del botellón” no habían sabido tirar a la papelera. Aparte de ese único y triste pensamiento, intenté disfrutar del momento y lo conseguí; sentí como la agradable sensación de mis pies andando por la espuma de las olas subía hacia arriba y me impregnaba de sencilla felicidad que me hacía sonreír inevitablemente y más que andar levitaba, avanzando a veces hacia atrás por si me sorprendía descuidada la salida del sol. Otras veces miraba hacia adelante mientras me acercaba por la orilla a los peñones del Santo, el peñón de en medio y el peñón de fuera. Olía agradable e intensamente a mar y palomas y gaviotas jugaban cerca, ajenas a mi presencia, mientras el día llegaba con toda su fuerza de luz y calor a mis espaldas.
Seguro que muchos habréis sentido esta sensación placentera cerca del mar, pero a mí me ocurre que aunque la haya sentido con frecuencia, en cada ocasión la siento como la primera vez y por ello, dicha sensación es lo mismo de sorprendente, gratificante y renovadora. Prometo que no pasará mucho tiempo antes de volver a ponerme frente al mar; a veces olvido que hay una parte de mí que necesita acercarse a él para poder seguir sintiéndome viva en todo el sentido de la palabra y si además lo hago desde Almuñécar otra parte de mí unida a mis raíces familiares y llena de nostalgia y melancolía, se gratifica de forma complementaria. Saludos desde un corazón que aún sigue latiendo impregnado de ese mar .

Mª José León




1 comentario:

  1. Si supieras cómo te entiendo... aún habiendo nacido lejos del mar tengo necesidad de verlo y de sentir su abrazo...

    Saludos.

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